Skip to main content

¿Cuántos planes se necesitan para conducir las prioridades del país?

El Perú tiene un sistema de planeamiento muy diversificado que en la práctica aísla los esfuerzos de las entidades en lugar de nuclearlos estratégicamente hacia objetivos comunes, de Estado, territoriales, y de largo plazo. Actualmente tenemos planes estratégicos, planes a nivel de cada entidad pública, Planes de Desarrollo Concertado elaborados desde cada Gobierno Regional y Municipalidad del país, planes temáticos, planes de Desarrollo Urbano, entre otros.  

Así, el pasado 28 de julio el Ejecutivo aprobó el Plan Estratégico de Desarrollo Nacional (PEDN) al 2050, documento que orienta “la acción y las prioridades de política del Estado en sus 3 niveles de gobierno y del conjunto de la sociedad: gremios, la academia y el empresariado”. El PEDN tiene, sin lugar a duda, un valor simbólico que no es menor, dado que puede significar un derrotero de acción estratégica real en tiempos de alta discrecionalidad y turbulencia política. ¿Este Plan lo logrará?

El PEDN al 2050 se compone de cuatro objetivos: 1) Desarrollo de las personas, 2) Territorios sostenibles, 3) Competitividad y Productividad y 4) Sociedad y Estado. Este ordenamiento genera la oportunidad de proponer lineamientos, acciones e indicadores centrados en las personas, sus territorios, sus medios de vida y sus relaciones. Sin embargo, su composición interna retorna a una lógica de enumerar acciones establecidas por cada Ministerio, perdiendo así la oportunidad de medir el desarrollo en otras proporciones y perspectivas más integrales.

Cabe preguntamos, ¿cómo pasamos de Planes que exhiben líricas apasionantes a Planes que aterricen en acciones multiactorales y no sectoriales? Avanzar en esa línea requiere que las acciones sean medibles y fiscalizables (por la sociedad en su conjunto) y que estén presupuestadas. En este punto vale la pena preguntarse: ¿estamos frente a un Plan sin Presupuesto?

Aspirar a un Plan Nacional que garantice apuestas de largo aliento con carácter vinculante, que inspire e incentive cursos de acción comunes entre Estado y Sociedad, es lo que toda ciudadanía en una democracia anhela.

No menos importante que este detalle material, es que logremos tener un Plan Nacional que garantice apuestas de largo aliento con obligatoriedad, que inspire e incentive cursos de acción comunes entre Estado y Sociedad. En ese sentido, sorprende que el análisis de tendencias que incorpora el PEDN no advierta como riesgo los escenarios de contrarreformas, que deberían ser contrarrestadas con estrategias comunicacionales, de promotoría social y educación ciudadana que nos insten a unirnos como país en pro de las reformas que contribuyen al bienestar social y, principalmente, de los grupos vulnerables.